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domingo, 12 de febrero de 2012

Érase una vez un pueblecito

en el que nunca pasaba nada. Nunca, nunca, nunca. Entonces una mirada aviesa, un hombre enigmático, un inglés dirigiendo, una dulce jovencita con algún problema de Electra recorriéndola, y el pueblecito se convierte en un infierno. Era una de las películas favoritas de D. Alfredo, su autor. Inolvidable la escena en el tren. En glorioso blanco y negro, naturalmente.

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