He elegido retomar el blog con un Ikebana peculiar para lo que estamos acostumbrados por varias causas que, además, me van a valer para responder a los comentarios de la última entrada. El arte del ikebana es arte íntimo, de soledad o casi, como las obras del pintor de la última entrada. Una soledad que en ambos casos parece necesitar ser deseada. Una soledad plácida. Tanto uno como los otros se recrean a solas en una belleza llena de matices.
La advertencia sobre los adultos no es, evidentemente, por estas entradas. Aquí recojo los recortes, literalmente, en papel, de toda una vida y entre ellos hay algunos que, quizás, dada la fiebre de lo políticamente incorrecto que nos domina puedan resultar inadecuados para alguien aunque todos ellos se publicaron en revistas y periódicos superconvencionales. Estamos retrocediendo hacia un puritanismo estúpido que no sé hasta donde nos va a llevar.
No sé si es necesaria una mínima explicación sobre el largo e inesperado periodo de "descanso" de este blog que se debe por un lado a crisis personales y por otro a dudar sobre mi capacidad de darle contenido y atractivo. En cualquier caso: he vuelto, para bien o para mal.