Durante un larguísimo período de mi vida pasaba los veranos en tierra hostil, árida, calcinada, de gentes secas e indiferentes, de calores impíos. Durante aquellos años sólo encontraba algo de belleza en la simplicidad del abandono de este puente, siempre a punto de caerse, que sobrevivió hasta que al "civilizar" el entorno -y hacerlo aún más árido- ha perdido no sé si la belleza o la sencillez, pero sí su encanto. Afortunadamente alguien hizo esta foto, alguien la publicó, yo la recorté y hoy la pongo aquí. Como recuerdo de lo que fue y como muestra de que cuanto toca mano municipal se envilece y degrada.
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